Romeo Murga Sierralta 1904 - 1925




Romeo Murga nació el 17 de junio de 1904 en la ciudad de Copiapó. Fue el primogénito de la familia compuesta por José Murga Bravo, Ludomilia Sierralta Cortés, y sus hijas Berta y Marta. Fue alumno del colegio La Merced, donde realizó sus estudios básicos; posteriormente del Liceo Alemán y del liceo José Antonio Carvajal, donde cursó sus estudios secundarios.

En el año 1920, se trasladó a Santiago e ingresó al Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, donde obtuvo el título de profesor de estado en la asignatura de francés. Fue aquí donde conoció a Eugenio González, Pablo Neruda, Armando Ulloa, Rubén Azocar, Eusebio Ibar, Víctor Barberis y Yolando Pino Saavedra, con quienes estableció un profundo lazo tanto en el ámbito personal como en el literario.

Fue un activo integrante del círculo que rodeaba a la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile. Allí junto a Neruda frecuentaban los restaurantes Zum Rhein y el Teutonia y encabezaban las luchas estudiantiles; especialmente recordado es el episodio de la expulsión de Eugenio González del Instituto Pedagógico, quien años más tarde llegaría a ser rector de la Universidad de Chile.

En 1923, recibió el primer premio en el elogio a la reina de la primavera con El libro de la fiesta. En 1924, Murga fue nombrado profesor en el liceo de Quillota, donde hizo clases al renombrado poeta y novelista Luis Enrique Délano. Participó en el centro literario Pedro A. González y colaboró en las revistas: Iris, Claridad, Educación y cultura y Zig-Zag, donde publicó La lejana. Además, fue en esta revista donde desarrolló su trabajo como traductor, dentro del cual incluyó autores como Paul Fort, Anatole France, Charles Nodier y Henri Barbusse, entre otros. También dirigió la revista Floreal.

Su posición frente a la poesía se mostró cautelosa respecto de las nuevas formas poéticas y señaló como paradigma al simbolista francés Paul Verlaine, en cuanto éste trabajaba una poesía aliada a la música de la palabra. Fue ésta la que utilizó para desarrollar el motivo principal de la mayoría de sus poemas: el amor. La función de la poesía fue para Murga el "canto de la mujer amada"; así su poesía erótica constituye una lucha entre la sensualidad y la castidad, esta última surgida de una represión de origen cristiano.

El 22 de mayo de 1925, la tuberculosis que desde hacía años lo aquejaba, terminó causándole la muerte. En 1935 con el fin de conmemorarlo, numerosos poetas, amigos y familiares realizaron una romería al cementerio de San Bernardo, lugar donde se encuentra su tumba. Veintiún años después de su muerte, fue publicada la obra El canto en la sombra, la que reúne trabajos escritos en su mayoría durante su paso por el Instituto Pedagógico. Años mas tarde, en 1955, el poeta Andrés Sabella edita su libro Clara ternura en la revista Hacia.

JORGE TEILLIER DICE DE ROMEO MURGA:

"En la Generación poética del año 20, Romeo Murga nos parece el ángel guardián que llega a la casa de la poesía por sólo un instante, la ilumina silenciosamente con una linterna, y luego desaparece. Si, el ángel guardián al lado de aquel ángel caído que era Alberto Rojas Giménez, y del ángel perseguido: Joaquín Cifuentes Sepúlveda, aquel que llevaba escrito "mala estrella en caracteres misteriosos en los repliegues de la frente."


POEMAS DE ROMEO MURGA:

LA LEJANA

Como el sendero blanco porque vuela mi verso,
eres tú, toda llena de cosas lejanas.
Llevas algo de extraño, de sutil y disperso
como el polvo que dejan atrás las caravanas.

Amas la lejanía y eres la lejanía.
No has soñado jamás con la paz de tus lares.
Tienes el gesto claro y la blanca osadía
de las velas que parten hacia todos los mares…

Todo tu camino sabe de tus huellas. Los montes
y el viento te desean. Tú -sin saber acaso-
reclinas tu cabeza sobre los horizontes.
como sobre un regazo.

Y otra vez al camino, al viaje comenzado,
a las cosas lejanas del dolor y la muerte.
Si alguna vez, mujer, pasaras por mi lada
yo no podría detenerte.

Me quedaría inmóvil, no me querría asir
a tu pálida veste de ensueños y azahares;
sólo por la tristeza de mirarte partir,
como una vela blanca, hacia todos los mares…

__________ O ___________

YO SOY EL HOMBRE SILENCIOSO

Yo soy el hombre silencioso,
silencioso para cantar.
No sé del grito, del sollozo
ni del ronco rumor del mar.

Mi voz ungida en suavidades,
que canta lo triste y lo mío,
irá a través de las edades
como el rumor de un claro río.

No quiero que mi voz herida,
ni que mi canción dolorida,
por sobre los humanos yerros.
dolor derroche;
tal el ladrido de los perros
en la noche.

Mi dolor es hondo y eterno,
pero en mi canto se hace leve,
frente a la alegría encendida;
es un albo copo de nieve
para las llamas de la vida.

Mi voz no ha de amargar la fiesta
de los que se embriagan en esta
vida mortal;
de mi corazón al abrigo,
yo me quedo solo conmigo
y con mi mal.

No turbaré el albo reposo
ni el alborozo jubiloso
de los que se entregan a amar
En mí no hay grito ni sollozo
Yo soy el hombre silencioso
para cantar.